Saturday, November 04, 2006

Los Cuentos de Luis A. Miranda: Un Resumen de la cuentística colombiana de todos los tiempos. Por Denzil Romero.

Palabras pronunciadas por el escritor venezolano Denzil Romero, durante la presentación del libro Nosotros los de Entonces… en la Biblioteca Principal del condado Broward, Fort Lauderdale, el 14 de Noviembre de 1998.

Luis Alberto Miranda es un periodista y escritor colombiano (Santafé de Bogotá) descendiente del precursor Miranda por la vía del joven Leandro, quien vivió en la Nueva Granada bajo la protección del presidente Libertador Bolívar; residenciado él desde hace años en estos predios condales de la Florida. Aparte de sus múltiples notas y notículas de prensa, reportajes, crónicas y artículos de opinión dispersos en periódicos y revistas, nos había dado a leer su opúsculo poético Exilios, Soledades y Deseos –
de intenso vuelo metafórico y bien sentida preocupación vital, y
un par de libros de ensayos La Problemática latinoamericana y
La Interpretación de los Sueños y una biografía del pintor Gustavo
Duque bajo el título de Condenado al éxito.
Ahora para beneplácito nuestro, nos entrega una excerpta
de cuentos bajo el título genérico de
Nosotros los de
entonces, hermoso título sacado del “Poema 20”de Pablo Neruda, para una formidable colección que esperamos lo comprometa
definitivamente con el hecho creativo de ficción a fin de seguir
enriqueciendo la trayectoria cuentística de su país de origen; desde
los días del antioqueño don Tomás Carrasquilla (1858-1940) con su formidable relato Sentado a la diestra de Dios Padre (1897) y sus libros El Padre Casafús (1914) y de Tejas Arriba (1937) hasta hoy, magnificada por el puntal cimero delaracataquense Premio Nobel Gabriel García Márquez y sus imponderables Isabel viendo llover en Macondo, La siesta de los martes o En este pueblo no hay ladrones, entre otras joyas de antología, y la cual tradición se completa a riesgo de caer en el catálogo homérico de las naves o en el no menos exhaustivo de Hesíodo con la genealogía de los dioses; a riesgo de caer en el catálogo, digo, se completa con nombres tan meritorios como los del siempre recordado Jorge Zalamea con su imponderable El Gran Burundú Burundá ha muerto; y el del bogotano Hernando Téllez (1908-1966) autor de Sangre en los jardines, Tiempo de Verano, y Cenizas para el Tiempo, y el de la muy distinguida dama-escritora Elisa Mujica (1920), y los del eximio narrador y amigo don Pedro Gómez Valderrama (1923-1993), nunca suficientemente reconocido y estudiado, o el del también por mi grandemente estimado Manuel Mejía Vallejo (1920-1998); o los de Alvaro Cepeda Samudio (1929-1972), Eutiquio Leal (1928-1997), Gonzalo Arango (1931-1976), Plinio Apuleyo Mendoza (1932), Darío Ruiz Gómez (1936), Nicolás Suescún (1937), mi dilecto amigo Germán Espinoza (1938) y ArturoAlape; Hector Sánchez (1940) y Jairo Mercado (1941); Fanny Buitrago, mi querida ‘Fanucha” (1946), autora de La otra gente y Bahía Sonora o el Oscar Collazos (1942) de El lento olvido de los sueños y No exactamente como una película de Luis Buñuel, David Sánchez Juliao y Luis Fayad (ambos nacidos en el año 1945); Policarpo Varón (1941), y Gustavo Alvarez Gardeázabal (1945); el jacarandoso Umberto Valverde (1947) de Bomba Camará y el malogrado Andrés Caicedo (1951-1977) de Viva la música; Marco T. Aguilera Garramuño (1949) y Germán Santamaría (1950), y la aquí presente Freda Mosquera, autora del libro Cuentos de Seda y de Sangre de marcada pasión femínea e impecable escritura; todos autores de una narrativa corta que se va perfilando de manera progresiva como una de las más pujantes en el ámbito de la lengua española. Una narrativa, la colombiana, que fue neo-clásica en sus principios; romántica, después; costumbrista a ratos; a ratos cargada de protesta y crítica social, hasta traspasar el lastre del cerco nacionalista y consagrarse en el plano internacional.
Ahora nos topamos con este Luis Miranda, incansable amigo
nuestro hace una década, dedicado de manera ininterrumpida al periodismo informativo y de opinión y a la promoción cultural y al enaltecimiento de las minorías hispánicas, ya no tan minorías, en este crisol mirífico de razas y tendencias culturales que es el mundo
estadounidense de hoy. Los cuentos de Luis están pensados y
escritos en términos de lenguaje, desde la palabra y la memoria,
cargados de una cierta añoranza temporal y de una compleja
variedad de preocupaciones ético-estéticas; y que bordean con
igual galanura lo fantástico, el realismo de la cotidianidad inmediata, la crítica política y social, la penetración psicológica de los personajes y la perfección formal.
Los cuentos de Luis Miranda están perfectamente bien escritos.
Cuentos como Nosotros los de Entonces... Margarita, está linda..., Levántate Lázaro, Yo no he visto a Linda, Una procesión para tu Muerte, y todos los demás que conforman el libro, se le quedan a uno en el recuerdo, entre otras muchas razones, porque son raigalmente humanos, secuencias de una y la misma vida biografiada, autobiografiada o pseudoautobiografiada con deformada autenticidad donde personajes como Mambo Loco, Viejo Mincho, Maria Bonita, el compañero Argemiro, La Linda y la Margarita parecen estar anclados dentro de nuestra propia mismedad.
Sirva este buceo por el trasfondo de la cuentística colombiana
para celebrar la aparición de un formidable nuevo narrador. Como decía el recordado poeta de mi país Víctor “Chino” Valera Mora, ya fallecido: “Cuando aparece un escritor o un poeta cabales tenemos que alegrarnos porque somos muy poquitos”. Por eso esta tarde, amigas y amigos, es tarde de alegría. Contamos con un nuevo y brillante narrador edito en el firmamento ficcional latinoamericano; un narrador integral que sabe convivir con idéntica destreza en el temor, el desasosiego, la resignación y la melancolía y que no vacila en poner su sello personal a lo narrado con énfasis particular en la sensualidad y el erotismo, la meditación sobre el tiempo y la muerte, el ejercicio imaginativo y la alegría vital, no importa si mediatizada en algunos momentos por una ola de airado pesimismo.
Por ese motivo, amigas y amigos, vale la pena que
celebremos.
Muchas Gracias....

Denzil Romero
Autor de “La Tragedia del Generalísimo” y otras diecisiete novelas, entre otros textos. Ganador de varios premios internacionales entre ellos el prestigioso “Casa de las Américas” de Cuba y “La Sonrisa Vertical” de España.

Levántate Lázaro: Argemiro es un Traidor! (cuento de Nosotros los de entonces...

Puso los pies en la tierra, pero su cabeza seguía en el aire.
Cuánto tiempo habría estado inconciente ? Cómo habría
llegado hasta allí?
Por qué esta sensación de vahído y el dolor de cabeza?.
Parecía como si estuviera despertando de una terrible pesadilla o
como si la pesadilla aún no hubiera pasado. Se quedó mirando
alrededor. No tenía tronco ni extremidades. Solo una gigantesca
cabeza y unos pies inflamados e informes.
Cuánto tiempo habría pasado desde que se quedó sin
manos? Cuándo empezó a notar que el corazón y las costillas
desaparecían? Esta bien no tener sentimientos y las manos que
importan si nada puedo hacer. Pero... y el estómago? Existe,
acaso, algo mejor que comer?
Cuándo perdí el estómago? Qué locura! Qué desesperación!
Se le revuelcan los sesos como en un frasco de vidrio con
alcohol y se extasía en la absoluta nada. No pensamientos. No
recuerdos. No conocimiento ni experiencia.

Aún resuena el tableteo de las metrallas en la distancia y
Argemiro hundido hasta las rodillas en el fango, confunde la realidad
con sus pesadillas. No sabe si esta parado o si se ha orinado y
defecado en los pantalones, aumentando así el peso de sus botas.
Vamos a alfabetizar. A-L-F-A-B-E-T-I-Z-A-R. Se imagina
las noches decembrinas en Chapinero y de rumba con el loco del
Manolo. Se le aparece Alfonso y de pronto descubre que las dos
compañeras se hacen el amor en el campo de batalla, mientras él,
enamorado, se vuelve impotente sexual y comienza su
desenfrenada carrera hacia los árboles.
Allí se murió o allí nació. Eso tampoco lo sabe Argemiro. La
escena de las compañeras lesbianas se repite. Se toca y no se
siente. Solo unos pies muy grandes y una cabeza sin cuerpo, ni
brazos, ni manos. ¡Me he quedado sin cuerpo! ¡Me he quedado
sin cuerpo! ¡Me he quedado sin nada! y se desmaya.
––El compañero Argemiro se ha vuelto loco!
––Se rompió. No pudo con la revolución. Esa es para
hombres y él es un duendecito sabihondo. En eso terminan los
teóricos. Nada puede superar la práctica.
––¿Qué van a hacer con él? ¿Acaso fusilarlo?
––Es probable. Tal vez lo manden a México pues tiene parientes
influyentes entre los comandantes, vaya usted a saber. Mejor... no
pregunte tanto compañero. Entre menos sepa uno, menos podrá saber
el enemigo si nos capturan. Cállese y vaya a su puesto!
Cuando cuente hasta diez, usted se despertará y no recordará
nada de lo sucedido en esta sesión. Se sentirá mejor. Respire profundo.
A la una. Mírese de nuevo la cabeza. Todo está en su sitio y usted no
ha sentido absolutamente nada negativo. Todo está bien.
Afuera le espera su señora y con ella un par de hermosos
niños. Son sus hijos. Recuérdelos bien. ellos le aman.

A las dos. Se siente bien. Muy bien.
A las tres. No se acuerda de nada.
A las cuatro. Respire profundo. Todas sus experiencias han
sido maravillosas. El programa de alfabetización un éxito sin igual.
A las cinco. La revolución es un hecho y el pueblo está feliz.
A las seis. No siente cansancio, se siente perfectamente bien.
A las siete. Su señora y los niños están afuera y quieren verle.
A las ocho. Usted ha sido un héroe.
A las nueve. No recuerda nada negativo. Todo está bien.
Respire profundo. La revolución es un éxito. La alfabetización se
ha completado. Los hombres aman a las mujeres y a los niños.
A las diez. Abra los ojos. ¡Abra los ojos!
Ya los he abierto piensa Argemiro y hace un esfuerzo terrible
por morirse. Solo la idea de mirar a Clemencia y a los niños luego
de tanto tiempo, lo hace estremecer de vergüenza. ¿Qué he hecho?
Abra los ojos cuando cuente diez. A la una...a las diez.
"Levántate Lazaro!" dice jugando un hombrecillo vestido de
blanco, parece un médico. Haciendo bromas: "Levántate y
camina!".
Pero Argemiro no se levanta.
Aparecen entonces los loqueros con una camilla y lo inyectan
hasta que Argemiro se evapora en el aire. Ya no tendrá que
soportar más choque eléctricos, ni mirarse transparente entre los
árboles. Argemiro se ha muerto. Argemiro es un traidor!

Junio - 1985
Yomkers, New York.

Lorenzo Mistral. Apartes de "El Tigre de Papel" (novela)

Tengo diecisiete años, hoy he decidido mi vida. Seré un revolucionario. Todo lo que haga de aquí en adelante será con el propósito último de cambiar mi país; un fantasma recorre el continente , ese fantasma en América Latina tiene un aliado incondicional en el hambre y la miseria; así como Bolívar juró liberar a América del yugo español en el monte Sacro, así yo en las faldas del cerro de Montserrate, y a los pies de su iglesia cuyas puertas fueron donadas por mi abuelo industrial, juro que libertaré a mi país de los yugos y las injusticias que lo agobian. Yo Lorenzo Mistral he escrito una y otra vez este juramento de diversas maneras, quiero que suene literario, quiero que suene a panfleto, quiero que suene en verso y en prosa. Tal vez haga algunas fotografías para ilustrar mi decisión de luchar por una patria nueva.
Se nos salía el corazón de tan auténtica y profunda emoción, era un universo de sensaciones nuevas, un descubrirle un sentido a la vida. Y es que las cosas tenían un maravilloso y encantador sabor, todo sabía distinto cuando al descubrir la belleza de la revolución descubríamos también el sabor de la saliva en los primeros besos franceses que nos ofrecían las muchachas del barrio. Todo era exuberante, todo tenía un sabor distinto y nuevo, la saliva pura de las muchachas, el olor de la tinta, el sepia de las fotos y el papel de las revistas, la excitación del tacto al acariciar unas manos suaves femeninas adornadas con venitas azules y las formas dulces y encantadoras de unas manos de niña, manos de mujer, manos de hembra, repletas de piel nueva y exhuberante y florecida y desbordante como la saliva incolora, híbrida, pura, transparente como agua sin bacterias ni microbios. Saliva pura, solidificación del sentimiento, forma física y gelatinosa de la palabra amor. Así recuerdo los primeros besos, la humedad de la pureza hecha belleza, la belleza hecha abstracción a través de los labios y el combate sin fin de las dos lenguas. –“Quel plaisir! Mon Amour...”-
Me sentía vaporoso, agitado, ondulante. Cassandra, concreción. Camino de caricias y de besos desde el primer instante. Curvas y redondez. Fui caballero montaraz, jinete cabalgador, rejoneador del lecho puro e impuro de himeneo. Campirano y citadino a la vez. Maestrante en las corridas íntimas donde recreamos las mejores faenas de Manolete y el Cordobés. Desbravador, amansador de clítoris rebeldes, gaucho de las sábanas. Sentir tus quejas, escucharte gemir transfigurada, envueltos en olores todos nuevos, almidón, fuerza, coraje, ternura, desazón, angustia, temor de las palabras, todo nuevo como el sabor frugal de la saliva. Subir por esa ruta de tus piernas y muslos en la jornada misma del Caimacán de Xenufana, levantado a contrapelo. Decir inconsecuencias, retahílas, versos entrecortados, gemir, gritar, sollozar y quejarse de placer.
Cassandra, Bella en si misma, nace y muere en si misma, belleza creada y descubierta para mi goce. Ajena a lo bueno y a lo malo. Belleza en sí y por sí. Belleza que no necesitaba ser ratificada. Belleza de bellezas, transformadora de ambientes, belleza ignorante de si misma, ajena a las leyes, ni benévola ni modesta, belleza, simple y pura belleza. Esmeralda o diamante corruptible en los límites de su humanidad, en la determinación de sus coordenadas ambientales, en su espacio vital, en su tiempo inenarrable. Como todas las vidas irreparable e irrepetible, cuántos problemas te hubieras ahorrado sin tu belleza, pero no estaba en tí semi-diosa de la tragedia latinoamericana decidir tu destino. No hay demonio ni maldad en el cambio, el tiempo, corriente de violencia y fuerza transformadora, nos arrolla y nos devuelve hechos pedazos, rotos y andrajosos. Poco a poco vamos quedando desgarrados, sometidos a la corriente y a los remolinos.
Gemebundo, Segismundo, inmundo, tremebundo, errabundo, nauseabundo, lapidado, encadenado, desfigurado, formulando los principios de una soledad ansiada y deseada para descifrar los secretos del murmurío y luego del ternurío; elementos propios de una alquimia que quiere transformar en belleza los valores morales. que quiere asimilar la belleza a la felicidad, que busca descifrar los entuertos del inconciente para sacarlos al conciente y volverlos cuocientes, y comenzar a medir la eficacia y la eficiencia, para terminar definiendo la productividad, reduciendo todo a cantidades, ignorando la belleza del conocimiento y de la comprensión, la mecánica cuántica de las mariposas y los sapos;
Comenzamos a vernos a diario, nos salía del alma, era un deseo hepático, una ansiedad, una necesidad insatisfecha que nos obligaba a juntarnos desde la mañana hasta la noche. Nos sentábamos codo con codo, pierna con pierna, brazo contra brazo, "tete a tete", espalda con espalda, peleábamos en los antejardines de Bogotá con mujeres histéricas y enfermas sexuales, envidiosas de nuestro amor y nos pasábamos las tardes leyendo los versos del capitán y soñando largas pláticas con el poeta de Isla Negra. Ignorábamos las multitudes, no poníamos atención a las murmuraciones, andábamos con una muralla hecha de besos y caricias y pegada con versos y sentimientos revolucionarios, asistíamos a conferencias, recitales y conciertos y nos amábamos rodeados de susurros y rumores.
Por eso cuando se estaba afeitando, pensó Lorenzo que iría a conocer, tal vez a alguien interesante.
Apesadumbrado, deprimido, agobiado, cansado algunos días; felíz, eufórico, positivo, lanza en ristre siempre luchando por un buen resultado, luchando contra veinte años de retraso emocional o sexual, Lorenzo Mistral mezclaba libremente sus recuerdos con las retenciones de los hechos pegadas a su cuerpo como una gelatina insoluble. Oh! Cassandra sé a pesar de tu capacidad de lectura y comprensión, que existe una energía vital que nos mueve, la fuerza del “coitus” primaveral puede más que cualquier embeleco de la razón. Todo lo justifican los superficiales y los oportunistas diciendo que el corazón tiene razones que la razón no entiende. No es verdad, son solo falacias para justificar el deseo libidinoso, el anhelar, el ansiar estar atravesada por un joven mancebo de dulzuras persas que se te antoja codiciar y hambrear hasta la locura. Es como morir de hambre, al verlo es como si se despertara el apetito. Y entonces ya no recuerdas tu propia historia, ni tus aventuras, las mismas que odiaste y disfrutaste tratando de refugiarte en los recuerdos del comandante Nelsón y en tu noche de amor en los linderos del chicó al norte de Santa Fé.
Era una mansión, una de esas casas viejas Construída a comienzos de siglo, tal vez había sido originalmente la casa grande de una inmensa hacienda que dominaba la Sabana de Bogotá, desde sus patios se gozaba del maravilloso espectáculo de la degradación del verde apreciable en todos sus tonalidades desde el cuasi-amarillo hasta el ocre-naranja, sobre esa planicie incrustada caprichosamente entre la cordillera. Había sido la casa de acaudalada familia y ahora era la flamante sede del Instituto Andino, colegio privado que fue durante muchos años un internado femenino para niñas y señoritas. La mayoría de esas alumnas tuvo que enfrentarse a la rígida conducción de Doña Carmen Rosa Zamora, quien llegó a obtener la medalla de Boyacá, una de las preseas otorgadas por gobierno a personalidades distinguidas, en este caso, por su actividad como educadora. Ella mezclaba la estricta disciplina con grandes dosis de ternura para resolver los problemas de sus estudiantes, muchas de ellas separadas de sus familias, generalmente de hacendados quienes las enviaban a estudiar a la ciudad apartándose de ellas hasta por periodos de seis meses, así doña Carmen Rosa se convertía en la mamá obligada de las niñas y las adolescentes en una época prácticamente victoriana de la sociedad santafereña. Doña Carmen Rosa era inspiradora, modelo y defensora a morir de los valores de su época, por eso no le era fácil explicar porque sus cuatro hijos le salieron todos revolucionarios.
Las primeras dudas y conflictos fueron con la Iglesia Católica. Los muchachos se negaron a asistir a misa los domingos o a participar siquiera cuando se ofrecían misas con motivo de fiestas patrias u otras ocasiones especiales. Cuestionaron el sacramento de la confesión y por supuesto nadie los vio comulgar jamás, después de que cumplieran los trece años.
Primero fueron las ideas bolcheviques, luego el gaitanismo, entonces el nacimiento del partido comunista y como si fuera poco la revolución cubana. El país siempre ha sido un hervidero de ideas, una permanente e inagotable guerra de ideologías. En medio de ellas aparecieron los hijos de doña Rosa, la educadora.
Ilich se quedo mirándome como sorprendido y me pregunto dubitativo -De verdad quieres irte para el monte? . Si.- afirmé sin vacilar. -Bueno hermano pero es que debe considerar muchos de los aspectos de la lucha, y debe pensar que de todas maneras usted todavía no está físicamente capacitado, piénselo bien. Las condiciones de vida en el monte no son las mismas que tiene aquí. Allí no va a tener la camita caliente en la casa de su papá cada vez que quiera. Usted, sea como sea, siempre tiene el recurso de su casa paterna para ir a refugiarse cuando se sienta cansado o simplemente cuando se quiera dar un baño.
--No me importa ninguna consideración, yo quiero irme para el monte. -
--Hay que vivir con un morral cargado a la espalda, acostumbrarse a la pecueca con unas botas pesadas y sucias, caminar cientos de kilometros y sobretodo tener buena puntería. Tiene que saber tirar, hombre.
Me basta haber vivido con el Padre Domingo para entender que no debo retardar más mi decisión. Jamás he conocido a nadie con una calidad humana mayor, o una mejor voluntad de servicio. Has visto como vive el Padre Domingo, sobre una estera en el piso de la oficina embaldocinada de la sacristía y le ha dejado su cama a doña Panchita, la viuda de Ismael, el chofer que asesinaron la semana pasada por una pelea de tráfico, y por supuesto con los cinco hijitos. ¿Cuándo conoció usted un cura que no cobra diezmos y primicias a sus parroquianos? y que además les consigue medicinas y comida y hasta películas los fines de semana gracias a sus amigos los felinos. No hermano, no me la ponga tan dificil. Usted tiene que conseguirme el contacto para irme al monte.
Ilich se sentía incomodo, Manolo todavía era, en su concepto, muy joven para dejar las comodidades de su casa pequeño-burguesa para embarcarse en tamaña aventura. Quince años y pensando en irse para el monte. Qué valiente y decidido el pelado! pensó Ilich.
Hermano, usted por su condición de clase y por el lugar privilegiado que tiene en la sociedad debe pensarlo mejor. Piense que su papá todavía le está pagando sus estudios. Piense que Usted puede hacer más labor como maestro y enseñando teoría que yéndose ahora para el monte. Hermano: todavía lo necesitamos aquí. Va a pasar un buen tiempo mientras se dan las condiciones óptimas para la toma del poder. Hay que realizar un trabajo de base serio y profundo, debemos crear células y trabajar en los barrios populares. Tenemos que politizar y desarrollar la capacidad crítica de los sindicatos, debemos seguir las directrices del comandante Tigre. El es nuestro Lenin criollo. Ese si es nuestro gallo. El sabe cómo éste trabajo de base va a posibilitar que las parroquias y los sacerdotes afiliados al movimiento puedan reclamar para sí el poder algún día como lo hicieron en la Rusia del 17 los soviets. "Todo el poder para los soviets". Aquí vamos a decir, "todo el poder para las parroquias. Se imagina, Manolo, tenemos más de cien parroquias, grupos de politización, gente de formación marxista, cuadros de base, trabajo de base, escuelas de preparación de cuadros, células de coordinación de los trabajos de los grupos parroquiales cuyos encargados son los gaticos, y los gatos coordinando el trabajo a nivel nacional. Además hermano, recuerde que estamos entrando a realizar otros trabajos en regiones selváticas, en los Llanos y en las fronteras. Cuando se haya avanzado un poco vamos a requerir de la fuerza militar para asegurar la toma del poder, pero el hecho político tenemos que producirlo aquí, en el trabajo con las masas. Le recomiendo la lectura del libro "Que Hacer?" del compañero Vladimir I.Lenin. Solo cuando hayamos creado el hecho político, la guerrilla va a tener que realizar su papel como defensora de los triunfos de las masas populares. Por eso es que le digo hermano, que espere. No se apresure a meterse a la guerrilla asi tan pronto. Yo mismo lo he pensado, y usted sabe hermano que como hijo del comandante Tigre yo podría haberme ido hace tiempo y no lo he hecho, por qué? Bueno porque la revolución hay que pensarla como un juego de ajedrez y hasta el momento el enemigo tiene la ventaja. Ahora nos toca a nosotros, pasito por pasito, ir creando las circunstancias para cambiar las posiciones de las fichas. Hasta el momento solo tenemos peones, hermano, pero nos faltan los cuadros superiores, la gente preparada para dirigir no solo la cuestión militar, que cualquiera la aprende, sino la cuestión política, hay que aprender a jugar el juego y a mover las fichas y en eso estamos crudos.
La lógica del maestro era implacable, reunía en sus clases de física y matemáticas los elementos más innovadores de estas dos ciencias para probar con lujo de detalles la necesidad de la revolución. Cuando lo vi por primera vez estábamos en una de esas temporadas de frío y lluvias que azotan a Bogotá y que traen consigo epidemias de gripa y catarro. Tenía la voz aguda y chillona con un tono bajito de mezzo-soprano, se envolvía alrededor del cuello y por extensión sobre el torso completo, una bufanda de lana tejida diez veces más grande que las bufandas regulares, podría haber sido una ruana, pero con la forma de bufanda. La barba estaba manchada con un mechón de pelo blanco en el lado derecho de la barbilla y andaba con varios libros bajo el brazo, estaba explicando la teoría del valor de Marx, probaba de manera irrefutable las conexiones entre los principios de la física y de las matemáticas con la axiología marxista del capital y eso para mí Lorenzo Mistral, no era cosa de juego. La ciencia es la ciencia y el marxismo era la ciencia que explicaba el funcionamiento de la sociedad, sin lugar a dudas. No es que yo fuera un obrero sub-desarrollado y acostumbrado a dormir en el piso, en casas de cartón, madera y latón, o que hubiera sido explotado por patronos ambiciosos y voraces, o que hubiese sido la víctima de capitalistas deshonestos y aprovechados. No. En absoluto. Yo era un burgués o un pequeño burgués que aceptaba la lógica implacable de las ciencias. Era totalmente un proceso racional. Un alcanzar un estadio de conocimiento superior y comprender la necesidad de la revolución como un postulado científico. Tenía carisma, todo lo que decía venía cargado de una seguridad a toda prueba. "Para ser científico hay que darle...y darle...y darle, es decir, hay que ser disciplinado, constante, decidido." Poco a poco su figura objeto de burlas y charlatanerías por parte de los estudiantes en general, se convertía en una figura autoritaria, se revelaba como un verdadero científico, como el maestro auténtico que todo hombre busca, el hombre que no es presa fácil de los enemigos del alma, el demonio, el mundo y la carne... No fumaba, no tomaba bebidas alcohólicas, no frecuentaba bares o discotecas, no andaba con mujeres de parranda, no celebraba navidades ni año nuevo, no le importaban sus propios cumpleaños ni ninguna de esas manifestaciones pequeño-burguesas que son ridiculeces de gente inconciente acerca de su papel histórico. No, él solamente buscaba tiempo para estudiar, para analizar los problemas de los países subdesarrollados y sus confrontaciones con los países desarrollados.
Este maestro sería definitivo en la vocación revolucionaria de muchos gatos y gaticos, sus directrices y sus orientaciones de origen marxista irían a marcar de por vida a quienes le escuchaban y le seguían.
La vi venir y la reconocí. Se llamaba Cassandra y en ese mismo instante la había amado sin imaginar que algún día ella buscaría la manera de romper los vínculos más profundos de la intimidad que estaba naciendo. Y es que yo Lorenzo el desprejuiciado, el descomplicado, de mente abierta; Lorenzo el poderoso seguro de contar incondicionalmente con Cassandra, no sabría en que momento apretar. No mediría las consecuencias de entregarle su libertad y la totalidad integral de su ser a Cassandra, la contradictoria, la embelesada con los señores, la perdida en el complejo de Electra.
Gracias a ti, Cassandra me hallo ahora aquí como Segismundo "destas prisiones cargado", tratando de comprender cómo permití que me lapidaran de esta manera inconcebible pero real y virtual. De nada vale afligirse ni atormentarse pensando que quizás las cosas hubieran salido mejor si yo hubiera echo esto o aquello, o si en vez de regresar hubiera salido, o si mejor habría sido coger por esta calle y no por aquella. Es tal cual la muerte. no hay regreso, las coordenadas de tiempo y espacio se encuentran un día sobre un puntico en un imaginario plano cartesiano y allí aparecemos, y esas mismas coordenadas se encuentran en otro puntico y desaparecemos, no somos nada, ni siquiera los restos de lo que fuimos, No, no queda nada, ni pasado, ni presente, ni futuro. De nada valen las fotos, los cuadros, las cartas desteñidas. Se habla del pasado como una experiencia virtual, o como un holograma de una realidad que no existe. Un holograma cuya realidad es el holograma mismo. Lo virtual por lo virtual contra lo real-real. Lo virtual contra lo concreto y por supuesto contra lo abstracto.
Estoy en la etapa de la certeza sensible, descubriendo el mundo que me rodea, lo primero que me ofrece mi sociedad es aguardiente y cerveza. Como estoy en la etapa de la certeza sensible, debo agotar la cerveza y el aguardiente. Es cuestión de una venganza personal. A mi abuelo lo acabó el trago, yo voy a acabar con el trago. Después del primero yo ya no soy yo, soy otro, de manera que todo lo que haga después de ingerir éste primer trago, no es mi responsabilidad, sino responsabilidad de ese otro que ya no soy yo. "Bebamos y comamos que mañana moriremos". El que bebe se emborracha, el que se emborracha duerme, el que duerme no peca, el que no peca va al cielo; si al cielo vamos...bebamos! . "bebamos en las cráteras de oro que laboró el cincel benvenutino, champagne bulliente y bullicioso vino, y bebamos el vino y bebamos el vino y bebamos el vino." --Tráiganme otra garrafa, yo la pago. Vino para todos. Una tanda por mi cuenta. "Creéme bebe vino./ Si le das vino a un monte / verás cuan pronto baila, / solo los necios han calumniado al vino./". Invocabamos la memoria de Omar Khayyam y del divino Poe, maestros de la lujuria, la erotomanía y la concupiscencia. Pasabamos los días rijosamente, agotando la etapa de la certeza sensible, descubriendo el mundo que nos rodeaba sin diferenciarnos. Cantando canciones báquicas y baladas romanticonas. Interrumpiendo las horas de estudio para salir a buscar una muchacha... y aunque empezábamos a dar lecciones de moral revolucionaria la fuerza de la libido nos obligaba a buscar desahogo en rápidas y torpes aventuras con las mucamas de las casas de los riquillos y pudientes o con las empleadas que venían de los barrios pobres de la periferia a los bailaderos y rumbeaderos del centro y chapinero prostituyéndose poquito a poco en la creciente ciudad que comenzaba a olvidarse del 9 de Abril bajo la égida utópica del Frente Nacional.
Luego vino Cassandra, Lorenzo descubrió sentimientos insospechados, comenzaron a andar juntos, se volvieron parte total del proceso. Cassandra fue el mundo que le rodeaba, Lorenzo cribo ese mundo, aprendió de él, aprehendiéndole, besando, amando, acariciando, manteniendo relaciones sexuales, gozando de su sexo. Pasó de lo real a lo pensado, Cassandra fue un poema, una carta, un perfume…Cassandra fue lo pensado y lo real.
Tendimos toda la ropa sobre el piso de madera, un vestido y otro y otro. Uno encima del otro, acomodamos los ganchos de colgarla o simplemente los quitamos para no maltratar el cuerpo e iluminados con la luz que venía de la calle comenzamos la faena del sexo y del amor. Ya habíamos hablado suficiente. Agotado los temas acerca de los gatos y los gaticos, las discusiones sobre el valor de la virginidad y las experiencias sexuales, las historias de las aventuras o de los amores pasados. Cuándo fue la primera vez? Cómo fue? Con quién?. Ya los corazones habían sido tocados pasando del conocimiento y la comprensión a la solicitud expresa de la satisfacción del deseo y por supuesto solo quedaba la práctica tierna y brutal y el encuentro físico de lo duro y lo blando en medio de lo húmedo y lo gelatinoso.